Por Laura Millalonco
Quienes colaboraron con este escrito: Kaia Santisteban y Marcela Tomas
Ser parte
El sol se alejó tanto, tanto, pero tanto que está muy lejos, muy lejos de la mapu. Con el wüñoy txipantu el sol regresa para renovar la vida. Una cadena de fueguitos se encienden de formas diversas, dispersas, así como somos los che, la gente. Pero estos fueguitos se unen con las luces de esas llamas y también se unen en el sentir y el buen pensamiento que alimenta el pülli del kütral, espíritu del fuego. En este wüñoy txipantu en pandemia los fueguitos se han multiplicado en cada uno de los territorios, ¿Cómo será cuando todos estos fueguitos se puedan juntar? Esperando ese momento nos seguimos fortaleciendo, construyendo el küme mongen, el buen vivir. De esto se trata ser parte, la importancia de cada fueguito, la suma de todas esas cálidas llamas hacen la gran diferencia (Laura Millalonco, 2021).

El sábado 19 y domingo 20 de junio del 2021 esta comunidad realizó el wüñoy txipantu, es decir, el inicio de un nuevo ciclo en el que es necesario “acompañar los cambios de la naturaleza”. Esta familia explica que este proceso es señalado por el momento en el que empieza a regresar el antü (sol) para calentar a la mapu (tierra). El “acompañamiento” implica realizar una ceremonia, que en esta comunidad aún se está reconstruyendo ya que había dejado de realizarse por mucho tiempo. Volver a levantarla fue una respuesta a la «necesidad de la naturaleza» de renovar las energías, y de las personas, de restablecer los vínculos con los newen (fuerzas) y ancestros del territorio. En línea con esto, Laura Millalonco nos cuenta acerca de su experiencia como llancan (acompañante de machi) en el primer wüñoy txipantu realizado en el territorio de la comunidad:
“Nosotros arrancamos con el primer wüñoy txipantu cuando vino la machi Teresa. Venía de Lumaco (Chile). Era la primera vez que ella andaba por acá, ya hace como más de veinte años. Ella nos acompañó, nos mostró eso y un montón de cosas más (…) A mí, por ejemplo, me marcó un montón porque nunca había estado en una ceremonia con una machi, en un wüñoy txipantu tampoco. Había estado en un ngllipun, ceremonias cortitas, en recuperaciones, pero no en un wüñoy (…) El wüñoy txipantu que se empieza a la tarde el día anterior y dura hasta el otro día al mediodía se hace al aire libre, en la naturaleza. Eso es muy importante, ser parte de la naturaleza. Y con esto se vuelve otra vez al tema del valor que tiene para nosotros el territorio. Todo tiene que ver con todo, con el territorio, con los newen, con las fuerzas, con los gen. Y nosotros por ahora tenemos esa primera experiencia y en esa ceremonia se presentó el Wenu Lafken, que es una fuerza natural de la montaña, y también se presentaron las montañas, las kula ñaña, tres hermanas. Eso fue en ese wüñoy (…) Y me acuerdo que había nieve, bastante nieve, estaba todo blanco. Se buscó un lugar para hacer la ceremonia y bueno a mí me tocó ser llancan, no me olvido más. Yo no tenía ni idea de lo que era ser llancan, nunca había estado en una ceremonia con machi y me tocó acompañar a la machi para que nunca esté sola, por eso también pude aprender y darme cuenta de lo fuerte que es nuestra cultura. Me pude dar cuenta de lo que la mayoría nos perdemos, de esa conexión con la naturaleza. Porque la nieve estaba alta, estaba todo nevado y el lugar donde se eligió para la ceremonia también (…) estábamos entrando al lugar ceremonial y entonces, lo que me acuerdo es que la machi me dijo que el lugar estaba de acuerdo con lo que íbamos hacer, dijo ‘la nieve dejó el espacio’. La nieve se había retirado para darnos el espacio a nosotros y cuando yo miré, ella me tuvo que señalar para que me diera cuenta de lo que había pasado, y cuando me di cuenta la nieve se había ido toda. Eso me quedó para siempre (…) En ese primer wüñoy aprendimos un montón de cosas, vino gente de un montón de lugares, de distintas comunidades, muchísimas de la Línea Sur. Estaba la comunidad Cañumil, la comunidad Collueque, que ahí estaba la lonko Lucerinda Cañumil, el lonko José Collueque como referentes importantes de la Línea Sur. Estaban los Prafil, comunidades importantes porque tenían que ver con el kamaruco. Vinieron de diferentes provincias, fue algo que convocó un montón de gente mapuche, de ciudades, de comunidades, eso fue por la machi (…) Una experiencia fuertísima, que nos dejó a nosotros como comunidad la fortaleza para seguir creyendo en lo que tenemos que creer. Y un montón de información, como lo del Wenu Lafken, las tres ñañas (…)
Después de este primer wüñoy seguimos todos los años, buscando quien nos acompañe para irnos explicando, guiando, entendiendo. Buscamos gente mayor que nos aconseje. Irene Ñanco, ella nos acompañó un montón para los wüñoy, ella nos acompañó siempre. Ella era de Corralito cerca de la represa de Alicura. Ahí la conocimos, buscando quién podía ayudarnos. Porque es desesperante no tener idea de qué teníamos que hacer y de no saber el idioma… entonces así arrancamos. Buscando y buscando, haciendo el wüñoy cada año. Después ya nos fuimos largando solos. Y mis hijas que hoy tienen 14 años se han criado todos los años con en el wüñoy, desde chiquitas estando a upa.
(e.p. Laura Millalonco, 14 de junio del 2021).

El relato compartido por Laura acerca de la primera vez que una machi levantó la ceremonia del wüñoy txipantu en el territorio de esta comunidad, expresa alguna de las maneras en que se fueron recuperando conocimientos, prácticas y ceremonias antiguas del Pueblo Mapuche-Tehuelche. Volver a realizar estas formas de hacer es traer al presente experiencias previas. A través de estas, Laura y su familia comenzaron a recordar, renovar y actualizar el conocimiento de las prácticas mediante las que se establecen comunicación y vínculos con los seres y fuerzas que comparten el territorio. Por ejemplo, el saber que “la nieve les dejo el espacio para realizar la ceremonia” implica una reciprocidad con las fuerzas del entorno (newen, gen).
Desde aquella vez en que la machi Teresa visitó a la comunidad, muchos kutral volvieron a encenderse para celebrar el retorno de antü, sosteniendo el compromiso entre la lof y las fuerzas del territorio. Con el transcurrir de los ciclos, también comenzaron a participar quienes, aun sin pertenecer al Pueblo Mapuche-Tehuelche, comparten el respeto a quienes ancestralmente habitan Puelmapu y reconocen la importancia de acompañar estas formas de relacionarse atendiendo al conocimiento ancestral.
Entre esas personas se encuentran los habitantes de Villa Los Coihues, un barrio vecino al territorio Millalonco Ranquehue. De esa relación surgió un proyecto intercultural cuyos frutos constituyen una prueba indiscutible de que el afecto, respeto y compromiso entre personas mapuche, no mapuche y territorio son, además de deseables, absolutamente posibles. En plena pandemia, la huerta comunitaria intercultural y agroecológica Pu Wen küzawtükulein mapum (Amigos trabajando la tierra) se desarrolla en territorio de la comunidad. Es llevada adelante con la participación de 40 familias de Villa Los Coihues. Este wuñoy cumplió su primer ciclo cosechando muchas más cosas que soberanía alimentaria. Laura nos cuenta:
Este proyecto que ya dio frutos, de lo que se ha sembrado se ha podido cosechar, fortalece a la misma comunidad, al territorio, y por eso el agradecimiento con todas y cada una de las personas que participan en Pu wen.
La fortaleza de los lazos entre las diversas existencias que hacen al territorio, humanas y no humanas se vio reflejada en la primera cosecha de la huerta que superó la destrucción del invernadero realizada por el ejército a principios de octubre de 2020 [ver nota al respecto en https://gemasmemoria.com/2020/10/09/el-ejercito-destruyo-la-huerta-intercultural-pu-wen-kuzawtukulein-mapun-en-la-lof-millalonco-ranquehue/]. El accionar del ejército trajo a la comunidad la memoria del dolor por los diversos atropellos que debió afrontar con esta fuerza de seguridad estatal desde que la misma llegara el territorio. Fue necesario realizar una nueva ceremonia en el sitio, para que pu newen acompañaran con su fuerza. Y pu newen escucharon. Se reconstruyó el invernadero, y se construyeron más a pesar de que el ejército nunca devolvió las maderas que se llevó.
En las próximas notas a publicar veremos las maneras en que fueron volviendo a levantar muchos de estos conocimientos, tanto en las prácticas –por ejemplo, en la realización del primer wüñoy— como en los relatos que los mayores de la comunidad transmitieron a sus hijxs y nietxs.

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