Por Marcela Tomas y Kaia Santisteban – 09 de octubre del 2020
Desde el grupo GEMAS (Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas) acompañamos el pedido de la Lof Millalonco Ranquehue (Furilofche, Puelmapu) de dar máxima difusión sobre los hechos ocurridos este lunes 05 de Octubre de 2020. La comunidad Millalonco Ranquehue y familias de Villa Los Coihues denunciaron que efectivos de la Escuela Militar de Montaña ingresaron al predio de la comunidad donde actualmente se está desarrollando un proyecto de huerta intercultural llamado Pu wen küzawtuküleiñ mapun (Amigos trabajando la tierra) y devastaron por completo el lugar.
Las personas que levantaron la huerta comunitaria se habían reunido el sábado 03 de octubre para continuar con la construcción del invernadero que venían realizando hace más de dos meses. Pero cuando llegaron el lunes 05 al lugar se encontraron con un panorama desolador. El ejército había ingresado al territorio de la comunidad y había destruido la estructura del invernadero y derribado árboles frutales para asentar allí una carpa de campaña militar.
Cuenta una integrante del proyecto:
“Estaba todo listo para colocar el nylon y el lunes nos encontramos con esta situación. Fue una mezcla de bronca y tristeza (…) Fue algo hecho con mucha fuerza y alegría. Estábamos contentos por lo que estábamos logrando. Pero pasó esto. Y por ahora estamos organizándonos para levantar todo de nuevo” (conversación personal con Karina, 8 de octubre del 2020).
(conversación personal con Karina, 8 de octubre del 2020).
Luego del sorpresivo ataque, el resto de lxs familiares de la comunidad Ranquehue dejó lo que estaba haciendo en sus rukas para llegar rápidamente al territorio donde se encuentra la huerta comunitaria. Una de nosotras también se acercó al lugar de forma urgente para acompañar lo que estaba sucediendo. En el lugar se encontraban además Matías Schraer, el abogado de la Lof, e integrantes del equipo de huertas. Mientras se intentaba decidir rápidamente qué acciones tomar, Marta Ranquehue, werken de la Lof, (vocera) explicó con mucha bronca y dolor:
“Esto está cuidado y está administrado por la comunidad Millalonco Ranquehue (…) estos son recursos de la comunidad, no puede quedar como que lo desarmaron, lo rompieron y ya está. Seguramente no va a haber un reconocimiento y no van a pagar nada de lo que rompieron pero mínimamente tienen que reconocer que los recursos que destrozaron son de la comunidad.”
(Marta Ranquehue, 05 de octubre 2020).
Esta intromisión violenta del ejército en la lof y el modo de operar con impunidad actualizaron recuerdos de experiencias de hostigamiento y persecución. Escenarios similares se repiten a lo largo de la historia de la comunidad Ranquehue. En relación a ello, Laura Ranquehue decía:
“El ejército tomó la actitud que ha tenido siempre, ir, instalarse, romper todo, instalarse ellos, sin importarles nada. Lo han hecho siempre y lo hicieron esta vez y esta vez les salió mal. Les salió mal porque nosotros tenemos la mensura hecha en ese espacio, tenemos el relevamiento, la carpeta técnica, todo tenemos. Hicieron un par de llamados, de acá y de allá y la cosa es que nos mintieron. Nos dijeron que tenían una orden de la fiscalía para desalojar ese espacio. Resulta que averiguando no había ninguna orden de la fiscalía, la fiscalía ni enterada. Fue algo del ejército. Por lo menos que devuelvan todo lo que se llevaron del lugar. Exigimos una reunión nosotros, porque los que se la mandaron fueron ellos”.
(Conversación personal, L.R. 05 de octubre 2020).
Hasta la fecha no hubo ningún tipo de disculpas oficial por parte del ejército, ni reparación de los daños realizados en el lugar. El único paso que se logró hasta el momento fue que se levantara el campamento militar del espacio comunitario, lo cual sucedió el mismo lunes.
El proyecto solidario de la Lof
Este proyecto se inició en el año 2019 cuando la comunidad Millalonco Ranquehue convoca a una reunión a lxs vecinos de Villa Los Coihues para iniciar este proyecto colectivo en tierras que son parte de la comunidad. En esta reunión la familia Ranquehue presentó a lxs vecinxs del barrio todxs los papeles con los que cuentan – escrituras, carpeta técnica, relevamiento y mensura–. A pesar de ser un grupo heterogéneo en su conformación, todxs se pusieron de acuerdo en la necesidad de habilitar un espacio para la creación de esta huerta intercultural y colectiva. Desde aquella reunión, las personas de los alrededores se fueron encontrando para hacer realidad la iniciativa de la comunidad: hacer una huerta comunitaria en territorio de la lof con el fin solidario de producir y compartir alimentos .
Entre las actividades emprendidas en el correr de este año -las cuales se hicieron respetando los protocolos vigentes en contexto de pandemia– se encuentra la preparación “con mucho esfuerzo” del terreno para la siembra, es decir, la limpieza del lugar y “dar vuelta la tierra”. Antes de iniciar estas tareas colectivas, la comunidad invitó a lxs vecinxs integrantes del proyecto a compartir los ngillatun –ceremonias mapuche– en los que piden permiso y acuerdan el mutuo cuidado y respeto con las fuerzas del territorio.
En uno de los primeros encuentros, la familia Ranquehue –con quienes venimos trabajando desde hace algunos años– nos invitó a participar de una de estas ceremonias. Al finalizar la misma, Marta Ranquehue explicó los motivos por los que es importante realizar estas prácticas antes de iniciar las siembras de plantines y semillas:
“Lo que estamos haciendo con este püchi gillapun es decirles a las fuerzas acá estamos. Por eso gritamos, para que nos escuchen, para llamar a las fuerzas, para contarles que estamos acá.”
(M.R., 05 de octubre de 2020).
Es territorio mapuche
Este lunes 5 de octubre, Marta Ranquehue contempla una nueva usurpación destructiva del territorio por parte del ejército. La carpa estructural verde oliva se armó derribando tres árboles frutales en “El lavadero”, como llaman al lugar los miembros de la comunidad. Alejada unos metros del resto de los presentes, pero sin dejar de mirar hacia donde se levantaba la carpa, Marta recuerda las veces que llegaba hasta allí con sus mayores. Nos señala con la vista los caminos que recorrían en carretas de bueyes para llevar a lavar la lana de colchones y cobijas, antes de que la ruta 82 atravesara el territorio. La elección de ese espacio para la actividad no era casual: allí el arroyo era -como ahora- poco profundo. Como las tareas de lavado requerían de tiempo solían ir las familias completas hasta el arroyo a pasar la jornada. Era también un tiempo para “mariscar”, ya que en esa zona abundaban mariscos de agua dulce. Los pinos aún no habían acidificado el suelo, y las especies nativas como ñire y michay, cuyas propiedades son parte del kimün mapuche, eran abundantes.
Cuando el ejército llegó a la zona, en 1934, la comunidad Ranquehue era próspera. En 1940, el Teniente Coronel Napoleón Argentino Irusta, a cargo del Regimiento de Zapadores de los Andes, reconoció la ocupación real y pacífica de los Ranquehue como antiguos pobladores, constatando 514 has como territorio de las familias de la comunidad.
Sin embargo, este reconocimiento por parte del ejército se sostuvo por poco tiempo. A los pocos años, las prácticas cambiaron radicalmente, empezando por el robo de animales, para continuar poco después con la usurpación violenta del territorio. En 1967 el ejército inicia el primero de ocho juicios de desalojo en contra de la comunidad.
El accionar destructivo y violento del ejército –sobre todo en el período 1979-1983–, impregnó la cotidianeidad de la vida de la comunidad, como queda claro en el relato que refiere al momento en que se estableció un polígono de prácticas de tiro y artillería frente a las viviendas. Laura recuerda que las explosiones hacían que los platos de comida se movieran sobre la mesa.
Quienes este lunes incautaron los postes de pinos, no dudaron en ese entonces en arrasar con el bosque añejo y nativo de cipreses, lengas, maitenes y coihues para hacer puntería o leña. Restos secos de algunos de esos árboles aún conservan las municiones incrustadas.
En 1983, el avance sobre el territorio de la Lof extrema la violencia: destruye las viviendas, las huertas y arrea a los animales. Impide que sus miembros reconstruyan los corrales y huertas con los materiales que logran rescatar. Nunca devuelve los animales arriados. La comunidad se ve obligada a refugiarse en el bosque y vivir en la indigencia.
Finalmente en el año 2011, luego de varios reclamos legales, el Estado aprobó la mensura de las tierras de la comunidad.
Mujeres de la comunidad Ranquehue, huerteres, abogado de la Lof y militares del ejército en el lugar de los hechos.
La huerta: Sembrando interculturalidad
Para la Lof es importante poner en valor los consejos heredados de los abuelos y abuelas. Por ejemplo, Marta evoca el recuerdo de su abuelo enseñándole cuáles eran los lugares para vivir como mapuche, aconsejando, al mismo tiempo: “no, este lugar no es para vivir, y acá no es para sembrar, acá no es, no porque acá hay un ngen” (e.p. 2018). Hoy en día, la reanudación de esos compromisos con los ngen (fuerzas espirituales) del lugar llevó a la comunidad a replantear sus posicionamientos políticos, porque ya no se trata de controlar el territorio sólo para fines productivos, sino más bien, de “defender con sus vidas un territorio que es vital”.
En esta misma línea, Laura también recuerda que de pequeña observaba a su abuela tirando yerba y mudai a la tierra donde se solía hacer la siembra –explican que esta es una práctica ancestral en la que las personas piden permiso a los ngen y newen (fuerzas) del lugar para sembrar o extraer de allí una planta, una raíz o una piedra, así como también para pedir protección–. Al recordar hoy esta acción sencilla que hacía su abuela, Laura también está comprendiendo los motivos por los cuales a lxs ancianxs les costaba tanto irse del territorio, a pesar de que el ejército los hostigaba constantemente con sucesivos desalojos forzosos: “ahora entiendo que no fue capricho ni terquedad el querer quedarse, mi abuela, mi abuelo estaban acompañados por las fuerzas del lugar”.
Esta forma de vincularse con el territorio y de vivenciar los compromisos con un determinado lugar es la base y el fundamento de los proyectos colectivos de la comunidad. La huerta intercultural Pu wen küzawtuküleiñ mapun empezó siendo una propuesta de la Lof Ranquehue para compartir con lxs vecinxs de los alrededores una forma de vincularse con el entorno.
Fotografía de un fragmento del Boletín de la Junta Vecinal de Villa Los Coihues, correspondiente a enero de 2020.Los inicios del proyecto intercultural que condujeron a la creación de la huerta.
La desinformación en primera plana a nivel nacional y local: los medios de comunicación hegemónicos
Cuando lxs vecinxs avisaron de los destrozos causados por el ejército, Laura se dirigió a la huerta y solicitó explicaciones a los militares que habían acampado, quienes simplemente respondieron que “cumplían órdenes” y que creían que ese territorio no correspondía a la comunidad. La Lof demandó inmediatamente la presencia en el lugar de la autoridad que dio esas órdenes, pero el ejército había operado sin orden judicial y sin permiso. Se sucedieron diversas llamadas telefónicas por parte del abogado de la Lof y la presentación de la documentación de la comunidad que avala la pertenencia de su territorio. Cuando estaba anocheciendo, sin que apareciera ninguna autoridad militar a explicar o disculparse por el “error”, los militares comenzaron a desarmar la carpa y en poco tiempo lo que quedaba eran las huellas de su accionar: Un trabajo colectivo de meses, que produciría alimento para más de 40 familias, fue destruido en pocas horas. Como primer medida se acordó en exigir la restitución del material robado por el ejército y una disculpa pública por el accionar “equivocado”. Se evaluó la urgencia de volver a disponer de los materiales robados para poder rearmar todo rápidamente y llegar con tiempo para sembrar.
Al día siguiente, miembrxs de la comunidad, su abogado y vecinxs se acercaron a la Escuela Militar de Montaña para solicitar explicaciones respecto de las acciones y solicitar la devolución del material para rearmar el invernadero. Fueron atendidos en la playa de estacionamiento por la abogada de la escuela militar, un oficial encargado de la administración de los terrenos que el ejército tiene en custodia y un funcionario de Dirección de Bosques – Río Negro- (quienes habrían solicitado al ejército el resguardo de los postes de pino extraídos del espacio comunitario). La confusa explicación –de culpas y responsabilidades cruzadas– resultó en la negación a devolver los materiales hasta que las instituciones intervinientes no terminaran sus trámites de autorizaciones y permisos.
Mientras tanto, los diarios de mayor tirada a nivel nacional, así como algunos portales de noticias y radios locales incurren en sus explicaciones del evento en la misma “confusión” del ejército.
Hay en esta operación mediática una doble inversión de los hechos. Por un lado, se miente con respecto a la situación territorial diciendo que la comunidad mapuche “toma” tierras del ejército/estado nacional, cuando en realidad ya está documentado que es el Ejército el que históricamente viene usurpando el territorio de los Ranquehue. En este caso puntual no hay otro modo de interpretar los hechos: el ejército destruyó el fruto de un trabajo colectivo realizado por más de un año. Por otro lado, se tergiversan los hechos con efectos ideológicos tan dañinos como peligrosos. La irresponsabilidad periodística de falsear las noticias con fines claramente políticos es el modo actual de exclusión y violencia hacia el Pueblo Mapuche. Queremos dedicar algunas palabras a este tema en particular.
En el contexto actual, las noticias sobre tomas u ocupaciones de terrenos en lugares de vacaciones son agrupadas deliberadamente con las demandas territoriales de pueblos indígenas, utilizando estas situaciones como insumo de una pulseada en la que se dirimen intereses que nada tienen que ver con la especificidad de la demanda indígena en relación con los territorios. En todo caso, un tratamiento adecuado de los reclamos territoriales de pueblos originarios debiera cuando menos enmarcarse en los derechos de la Constitución Nacional. Claramente, no es este el trasfondo de los intereses económicos y políticos de los medios hegemónicos. Veamos por ejemplo algunos titulares de primera plana en la fecha 8 de octubre del 2020:
¿Cuál es la intencionalidad de estas mentiras? ¿Por qué la sociedad no se entera de la virulencia con la que se destruyó un emprendimiento productivo colectivo e intercultural? ¿Por qué se alimentan discursos de “odio” y racismo en la sociedad?
“Ordenaba a sus secuaces que sembraran confiadamente la calumnia, que mordieran con ella, diciéndoles que cuando la gente hubiera curado su llaga, siempre quedaría la cicatriz”(Medion de Larisa, consejero de Alejandro Magno)
Nos estamos acostumbrando a la reiteración de estas mentiras –sumadas a otras donde se habla de “enemigos internos”, “amenaza mapuche” y “peligro de la propiedad privada”– sin denunciar que muchas familias mapuche están quedando expuestas a la discriminación e, incluso, a distintas acciones violentas más o menos improvisadas. Además de seguir postergando demandas que no solo son históricas sino legítimas para los marcos jurídicos vigentes.
Las preguntas que nos hacemos y sobre la que invitamos a reflexionar a la hora de leer estas falsas noticias son: ¿Cuál es el terreno político que están preparando estos medios –tanto nacionales como locales– cuando publican acontecimientos vinculados al Pueblo Mapuche-Tehuelche? ¿Por qué estos medios no enmarcan la problemática de los pueblos originarios en un tratamiento serio y responsable de las leyes?
A contrapelo de estas lecturas e intenciones hegemónicas, los vecinxs de los Coihues y la comunidad Ranquehue esperan la devolución de los materiales robados, para continuar sembrando alimentos e interculturalidad.




Carpa militar del ejército instalada en el lugar donde se encontraba la construcción del invernadero destruido
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