Por Marta Ranquehue y Marcela Tomás
Hace varios días que la Comunidad Ranquehue está más atareada de lo que la cercanía del invierno impone. Y es que la nevada temprana ralentizó preparativos para la celebración del We Tripantu. El fin del ciclo y el comienzo del nuevo que de acuerdo al Conocimiento Ancestral mapuche acontecerá cuando la noche más larga de paso al regreso de Antü (Sol), que día a día avanzará un tranco de gallo.
En la ruka, mientras compartimos unos mates, galletitas y dulce de sauco luego de haber realizado las compras para la comida de la ceremonia, las palabras de Marta traen recuerdos, experiencias y sentires de cómo es vivida por su comunidad, lo que deja abierta la posibilidad de otras maneras que se vinculan con diferentes condiciones.
La charla no es ordenada, vamos y venimos por senderos que el relato de la espiritualidad propone, preguntas, respuestas, silencios…
Aquí la transcripción de ese momento, uno de tantos en los que la palabra que resuena es compartir.
En todas las ceremonias- Nguillatun, Nguillipun, Kamaruko-, quien vaya a participar debiera comenzar a prepararse espiritualmente con un mes de anticipación. Esta preparación implica varias cuestiones: Controlar el malhumor, no tener pensamientos negativos, cuidar el lenguaje, no ser grosero, observar lo que está sucediendo en la naturaleza –la naturaleza siempre nos indica-, como el horario del amancer, del cual dependerá la fecha de la celebración.
Ya cuando se acerca el día, el ánimo cambia: la alegría impregna los preparativos. Una alegría que se relaciona con muchas cosas. Desde los detalles como preparar la vestimenta, -por ejemplo ver que el pañuelo combine con el resto de la indumentaria- a lustrar la platería. Los preparativos van anticipando el reencuentro con personas que viven lejos y se acercan a la celebración. También se tiene en cuenta que hay quienes vienen por primera vez. No solamente se extraña a la gente que hace tiempo no se ve: También es motivo de alegría el volver a escuchar los instrumentos –porque entre ceremonia y ceremonia no se tocan.
En la comunidad Ranquehue se toca mucho Ñorkín. Un instrumento de viento realizado con cuerno de vaca, su sonido es un llamado a la gente. Antiguamente los Mapu se subían a alguna loma y con tocarlo la gente sabía que debía arrimarse a ese lugar.
Otro instrumento que suena mucho es la Pifillka, también de viento, que puede ser realizado en madera, barro o cornamenta.
Las Kascawillas, antiguamente de plata y hoy en día de bronce, así como los diferentes ornamentos –chaguay, trapelakucha, trarilonko, tobilleras y pulseras con cascabeles- sikil, todos de metal.
Todos los sonidos son para que escuchen los pu newen, pu ngen, en el caso de los de metal para alejar a las fuerzas negativas.
Laura, Beto, Mariano, Quillén, Pablo, Rayén prepararon la leña y la ramada, un refugio que mira al Kutral, hacia el este, para recibir al Antu.
El sábado a la tarde, cuando aún hay luz de día -entre las 5 y 6- la gente comienza a llegar y comparten la preparación de la cena. A veces hasta las 9 de la noche las chicas están preparando la ensalada de papa (la comida es caliente porque se comparte el vapor de los alimentos con las Fuerzas). Se cocina y se conversa, suele haber muchas risas mientras se amasa el pan y las tortas fritas, corre el mate. Se trata de cenar antes de las once de la noche. Si hay niños cada mamá le prepara un lugarcito para cuando se duerma. Luego de la cena y de haber ordenado, siempre se empieza a las 12, todos se sientan en círculo alrededor del kütral (fuego ceremonial, que nunca debe quedar solo) y se presentan, cada persona puede expresar lo que quiera. Los dueños de casa abren ese espacio: Cada uno cuenta cómo fue el año, las emociones vividas, tanto tristeza como alegría, agradecen la presencia de quienes vinieron, dan la bienvenida.
Este año será un poco distinto porque será más abierto, basándose en la convicción de que esta apertura es una forma de construir un futuro distinto, quitando el misterio que genera la idea de que se hacen cosas prohibidas. No hay nada de misterio en el Wiñoy Tripantu. Hay mucha responsabilidad. Que cada quien que se acerque a compartir lo haga desde un sentimiento de libertad, y que quien lo haga por primera vez conozca en qué consiste. Esta vez, en vez de historias antiguas la comunidad contará historias del presente.
Para Marta “Es el momento de agradecer al Tatu y mis hijos, es muy emotivo, porque sabés que te están escuchando no solamente las personas. Uno saca todo lo más sincero que pueda tener adentro. Agradecer a las fuerzas por poder acompañar en el comienzo de un nuevo ciclo, desde el corazón, desde lo más limpio y puro que uno pueda tener. Por eso muchas veces no podemos hablar, porque lo decimos desde la humildad, agradecimiento, respeto. Todo se aplica en ese momento que puede llegar hasta las 3 o 4 de la mañana, ya que luego de la apertura cada uno es invitado a presentarse y decir lo que sienta, tenga poco o mucho para decir, todo es valorado. Lo que hay es mucha emoción, mucho llanto de encontrarse, de poder compartir, de sostener, por ejemplo mis hijos, mis nietos, que se reconozcan mapuche, por eso también me emociona esperar el momento porque les voy a decir cosas que en otro momento no se las puedo decir. A todos nos pasa lo mismo. Nos agradecemos nosotros pero también a nuestras amistades porque no son todos iguales y ese es el momento de decirlo”.
Esto es parte del We Tripantu, porque es el momento de renovación. Llegó el momento de sacar lo que se maduró en el ciclo que termina, y así como la naturaleza se renueva, nosotros junto con ella porque somos parte. Todo se renueva. El árbol que estaba verde el año pasado está verde ahora y va a seguir estando verde, pero la energía es la que se renueva. Hay un cambio. Los Newen (fuerzas) se renuevan, por eso se van a bañar antes que los che (gente). Y si la persona se va a bañar antes estaría transgrediendo las normas. Así cuando terminan de presentarse, dependiendo de la hora y cantidad de gente, luego de las 4 de la mañana se sale del círculo en torno del kütral por la derecha hacia el arroyo, purrukeando y tocando los instrumentos. Primero se lavan los varones –mientras las mujeres continúan alentando haciendo afafán. Luego son los hombres quienes alientan a las mujeres y hacen sonar los instrumentos. Cuanto más se moja alguien más le alientan, lo que da más ánimo. Algunos se sacan todo y se sumergen, lo se relaciona directamente con la preparación y reconocimiento de la espiritualidad que tenga cada uno.
Luego se regresa a la ramada, -dependiendo la cantidad de gente que haya pueden ser las 5 y media. La gente nueva puede decidir quedarse o irse si tiene mucho sueño. Generalmente los mapuche se quedan porque esa es la manera. Todo lo que se hace tiene que ver con una necesidad y compromiso.
Otra vez el mate, café, torta frita, y preparación para el Nguillipún. Se hace mirando al Este, en un lugar diferente de donde está el kutral, que puede quedar a un costado. Es el tiempo de agradecer todo lo que se tuvo en el ciclo pasado y a veces pedir para el nuevo ciclo. Llevar muday, yerba, pan (sin sal, porque a las fuerzas no les gusta la sal), lo que haya para compartir con las fuerzas. Conocer algunas palabras en mapuzungun es importante porque hay que saber cómo saludar a las distintas fuerzas. También se saluda a los primeros mapuche de cada punto cardinal, a los antiguos mapuche, al calvú, es decir a la tierra de arriba.
Lo que se hace es renovar el compromiso como mapuche, todo lo que se hace se resume con esa acción: renovar el compromiso. Para Marta tener presente la espiritualidad, ya se relaciona con toda la existencia. Es más importante que los afectos, al menos para los mapuche de antes. Ese compromiso se puede graficar diciendo que cada mapuche puede subir a la montaña más alta, dar una vuelta completa, y hasta donde le de la vista es responsabilidad suya cuidar, respetar, conservar lo que ve. Porque cada uno de los ngen y newen son el sustento espiritual para que podamos seguir existiendo y existiendo los que vienen.
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