Reavivando el mapuzugun en Villa la Angostura

Relfexiones en base al püchi koneltun del 9 y 10 de septiembre del 2023 llevado a cabo en el quincho de la escuela N° 361

Desde marzo y hasta los últimos días de noviembre del año pasado [2022], Ailen Quilaleo y Pablo Cañumil enseñaban mapuzugun los viernes por la tarde en la escuela primaria N° 16 en San Carlos de Bariloche (Río Negro). Dos o tres horas antes del inicio del taller, Carlos Painequeo emprendía viaje desde Villa la Angostura (Neuquén) “a dedo”. Era más el tiempo en viaje que en clase, pero si nos quedamos con esa lectura, lo que comenzaba a movilizarse no se entiende. 

Carlitos, como es nombrado por la mayoría de quienes lo conocemos, sostuvo la cursada semanal y participó durante el 2022 en tres koneltun o experiencias de aprendizaje del mapuzugun de manera inmersiva. Fue en abril de este año, en un koneltun en Neuquén (organizado por las organizaciones Norgvbamtuleayiñ y Mapuzuguletuaiñ) que compartió la novedad que se venía esperando: comenzaban los talleres de mapuzugun a su cargo en el Barrio El Mallín en Villa la Angostura. Semejante evento fue replicado por todes quienes nos fuimos cruzando en el camino de la revitalización del mapuzugun, celebrando la oportunidad que se abría a quienes residen en esa ciudad a acercarse al mapuzugun, sea cual fuera su trayectoria en relación con el idioma. Al poco tiempo, organizó un püchi koneltun (la versión acortada del koneltun), en un fin de semana donde Ailen como parte de Mapuzuguletuaiñ asumió el compromiso de la enseñanza durante el fin de semana del 9 y 10 de septiembre.

Siguiendo con la propuesta de comprender en profundidad todas estás acciones en pos de la revitalización, tanto el taller como este primer püchi koneltun, se vuelve necesario contextualizar un poco la ciudad ya que es el escenario donde estas experiencias de aprendizaje del mapuzugun suceden. Para describir a Villa la Angostura, podemos situarnos en las consecuencias de un territorio que históricamente intentó ser apropiado simbólica y materialmente por los grupos que más acceso tienen en términos económicos y políticos.  Esto fue ocurriendo por medio de actividades y discursos en su apariencia inofensivos como lo son la Industria Turística, los mandatos de la conservación (específicamente referida a la presencia de la Administración de Parques Nacionales) y, más recientemente al crecimiento inmobiliario que ha transformado el paisaje. No olvidamos tampoco la puesta en valor de los pioneros llamados también primeros pobladores, quienes son retomados en los discursos oficiales que contribuyen al borramiento de lo mapuche en la zona, ya que los describen como aquellos que “primero” poblaron una zona ya habitada.

Como correlato de lo antedicho, las relaciones asimétricas quedan expuestas y son vividas diariamente por las personas mapuche de la localidad al circular por Villa. Quienes económica y políticamente más tienen, han logrado instalar una historia que se inscribe en el espacio de forma tal que dificulta las posibilidades de reconocerse con y en el territorio. Esto sucede como consecuencia del borramiento antes mencionado, ya que no solo se desvanecen las huellas trazadas en el paisaje por ciertas trayectorias, sino porque también se condiciona el devenir de esas vidas y sus historias. 

Así, efectivamente, lo mapuche no encaja en las construcciones territoriales del “nosotros” en Villa la Angostura. Hoy en día, siendo mapuche se puede existir –ser, aparecer, hablar, actuar– mientras no se traspasan ciertos deslindes, como puede verse para el caso de ciertos actores (nuevos y los conocidos) que emitieron discursos estigmatizantes sobre el reclamo mapuche respecto al modo en que se instaló la nueva ruta de circunvalación, donde se acusó a la denuncia organizada de oponerse al progreso y a la modernización. Es innegable que la relación de las personas con el espacio territorial permite forjar vínculos identitarios fuertes y duraderos. Pero, para que esto suceda de formas políticas más inclusivas y respetuosas, se necesitan categorías que habiliten prácticas de autonomía y auto-referencia, así como relatos que habiliten las imágenes del pasado sobre las trayectorias y experiencias mapuche respecto a la pertenencia al territorio. 

Carlitos al ser habitante de la localidad, y siendo leal a los compromisos que ya venía asumiendo con el mapuzugun, comprendió que las acciones orientadas al aprendizaje, enseñanza o uso del mapuzugun pueden tener sus implicancias políticas. La fuerza de estas acciones radica en lo afectivo de este reclamo que lejos está de las visiones que históricamente han folclorizado a la lengua. Su preocupación por compartir todo lo que viene aprendiendo estalla en Villa la Angostura, reflejando todo lo que los discursos racistas, negacionistas y discriminatorios se niegan a reconocer. Así se inaugura uno de los caminos posibles para comenzar a restaurar las pérdidas, los silencios que decidieron abrirse al discurso, y construir desde lo que parecían ser olvidos que trascienden lo que la memoria podría reconstruir. 

Mapuzugun como Proyecto de Restauración de Memorias Fragmentadas

Históricamente hablando, el pueblo mapuche ha tenido que enfrentar el doloroso proceso de desestructuración de su mundo conocido, la interrupción en la transmisión de sus memorias y la desintegración de los marcos heredados para interpretar colectivamente las experiencias vividas. Todo esto necesariamente dificulta las lecturas y discursos sobre las experiencias dolorosas que existen en cada historia familiar. No solo fue mucho lo que se perdió, en gran medida, mucho también fue impuesto. Si nos centramos en el mapuzugun podríamos realizar estas asociaciones de modo que se cuente su historia más reciente retomando que todo un mundo de sentidos que desde la lengua se sostenía fue devastado. En el presente este mundo que intentó ser destruido es añorado. Por eso es que los esfuerzos están puestos en que sea restaurado al mismo tiempo que en el reconocimiento del daño producido se denuncia la imposición del castellano y otros conocimientos que deslegitiman los propios. 

Mucho del volver a fortalecer el mapuzugun se halla en los fragmentos, frases o palabras aisladas, nombres, silencios o angustias que también encuentran su camino hasta las clases. Puesto que se definen como opuestos a las narrativas oficiales descritas en los párrafos de arriba, estos fragmentos que cuentan sobre otros tiempos e historias están en todo su derecho de evitar parecerse a esos relatos (Ramos y Rodríguez 2020). Así se defienden los silencios, los olvidos y los fragmentos también como material para volver a hablar y para disputar y legitimarse en el espacio público. Colectivamente y, sin perder el enfoque en todas las horas que están puestas en el aprendizaje, se va discutiendo cuáles son los marcos interpretativos para comprender y enunciar este proceso en marcha, como por ejemplo en el reconocido momento del chalientun (saludo de despedida) al cierre de los koneltun. 

Sí se estudia y sí se aprende muchísimo en los koneltun o kimeltun (talleres/clases) de mapuzugun pero a la vez y sin hacerlo explícito, se reconstruyen eventos, experiencias, narrativas y conocimientos, y además se hace lugar para reflexionar sobre los marcos interpretativos –propios y/o apropiados– para abordar las relaciones pasado-presente centradas en la revitalización de la lengua, o en el reavivar de la misma como fue dicho por algunos chillkatufe (estudiantes) al cierre del püchi koneltun. 

La seriedad en el trabajo emprendido es porque el mismo no se hace en soledad, se hace “con los ancestros atrás de uno”, como dijo Carlitos. Por eso, de un evento en apariencias pequeño, se empiezan a abrir temporalidades y lugares –más allá de la presencia de gente de distintas partes de wallmapu: desde Comodoro Rivadavia a la zona centro de Neuquén que viajaron para asistir al koneltun–, se nombran también abuelas, abuelos que ya no están e hijos e hijas que motivan los esfuerzos. Así también lo reflejaron las zewmaiyaelfe (cocineras) Irma y Marga, a quien todes agradecieron por la rica sopa de trigo y pankutxa pero especialmente por sus convicciones, las que las llevaron a asumir como si fuera una obviedad el trabajo desde la cocina, comprendiendo que una cosa (el enseñar y aprender) no puede ocurrir sin la otra (la organización). Para volver a hablar mapuzugun todas las ayudas son además de válidas, necesarias y, como dijo el domingo Irma en la cocina: “cada uno se suma a este proceso cuando puede, cuando está listo, con sus tiempos…”. 

Al aprender, las angustias muchas veces se entrelazan con las frustraciones, porque el no saber está indudablemente asociado al daño producido por lo impuesto y lo devastado. De aquí el trabajo extra de quienes enseñan, que se encargan silenciosamente de sostener una de las tareas más difíciles que es enseñar siendo cuidadosas y cuidadosos de esos dolores que a cada cual le atraviesan por distintos lados y les rememoran diferentes situaciones. Estos espacios de enseñanza-aprendizaje se construyen también desde la preocupación por les otres, desde lo más intímo al acompañamiento de pronunciamientos políticos más públicos en relación a volver a hablar mapuzugun. Asunto no menor en estos escenarios de creciente racismo y discriminación hacia el Pueblo mapuche, al otorgar un lugar de enunciación distinto que se inscribe en las trayectorias de abuelos y abuelas que dejaron su enseñanza y consejo. 

Finalmente, el énfasis de este escrito estuvo centrado en lo que sucede más allá del momento de aprendizaje en sí pero que a la vez es parte de los koneltun como es el chalientun. Pese a lo paradójico de describir este proceso por su final, creemos que la particularidad y la fuerza de estos proyectos de revitalización del mapuzugun reside en los esfuerzo por reconstruir desde lo fragmentado y comprender que de este modo también es posible emprender luchas de todo tipo y en una diversidad de ámbitos. Las trayectorias de las personas que participan en estos espacios también nacen de dichos fragmentos y como hemos visto son igual de válidas, necesarias y potentes, aunque, o más bien, precisamente porque se alejan de las formas en las cuales desde discursos oficiales quieren narrar e imponer los caminos que transitan los procesos identitarios mapuche. Recorridos que pocas veces son tan lineales o transparentes y que en una sola vida cargan muchas otras.

Como fue aquí contado, pero bien saben quienes lo experimentaron, al finalizar el koneltun y poner en palabras lo vivido se hace memoria, y esto implica  mucho más que contar la verdad sobre lo que sucedió en el pasado –por ejemplo las historias más tristes de los momentos en los que se dejó de transmitir el mapuzugun o que no pudo aprenderse–, hacer memoria es una apuesta radical al ejercicio de la libre determinación. Dentro de los consensos a los que se va arribando en estos procesos está la urgencia por comenzar a aprender, a valorar todo lo transmitido por quienes hablan y hablaron mapuzugun y, a la vez, el compromiso a largo plazo. Todas estas acciones conviven en el trabajo por volver a escuchar mapuzugun en estos territorios y por eso todas las acciones orientadas a ese objetivo son necesarias e importantes. Este fin de semana no revitaliza automáticamente a la lengua en la zona, pero a través de espacios como el püchi koneltun o los talleres de los martes en El Mallín, es posible visibilizar el cambio que de a poco se comienza a dar, ver las imágenes que se están creando para que este objetivo sea además de posible, realizable.

Publicado por

Malena Pell Richards

Lic. en Ciencias Antropológicas con orientación Socio-Cultural. Universidad Nacional de Río Negro-IIDyPCa