Nuevamente, por segundo año consecutivo, nos encontramos ante la edición del “Foro Consenso Bariloche por una Patagonia Sustentable y en Paz”, en la que un sector de la sociedad barilochense propone discursos unilaterales enmascarados en la noción de consenso en pos del bienestar general. No se trata de algo novedoso. Una de las estrategias más antiguas de las élites propulsoras de los proyectos nacionales ha sido la construcción y reproducción de un discurso que pretendía instalar sus intereses particulares como verdades comunes -sin discusión- en torno a algunos temas, a través de diferentes medios. Sin detenernos, al menos por ahora, en cada uno de los puntos que se discute en este Foro, nos interesa preguntarnos sobre la opacidad y la importancia política de ciertas palabras a través de las cuales un puñado de sectores empresarios, políticos y judiciales se dan cita en esta localidad, pero expanden su voz hacia otras latitudes a través de los medios tecnológicos de los que disponen.
En 1995, el filósofo francés, Jacques Rancière escribió una reflexión muy interesante en torno a la participación política, que nos ayuda a comprender la noción de consenso como estrategia puesta en acto en los foros del grupo llamado Consenso Bariloche. Este autor señala dos lógicas distintas de acercamiento a la política. Una de ellas, la lógica de “policía”, es aquella que busca la reproducción de una imagen y sensación de igualdad proclamada respecto a ciertos acuerdos en la opinión pública. En esta lógica se establece lo que Rancière llama campo de audición; es decir, opiniones y construcciones narrativas que son legibles, incorporadas y entendidas por sobre otras, que ni siquiera entran en escena. En este caso, relatos del tipo “los vecinos y vecinas de Bariloche que están en riesgo de usurpación constante” o “los argentinos y argentinas que perderán parte de su territorio nacional y soberanía sobre la Patagonia”, justifican a presentar a los expositores invitados en y por el Foro, como “los damnificados”, “los abogados” “los diputados” versus grupos sociales que son señalados como un ruido molesto, estigmatizados, criminalizados y excluidos para debatir, bajo frases del tipo: “Cortan la calle y son violentos” o “son militantes que no les interesa el diálogo y la paz”.
Está claro que nunca puede ser posible ni viable un consenso encerrado entre unos pocos, que tienen como objetivo defender intereses privados maquillando su práctica política como democrática. Reconocemos allí una estrategia persuasiva que tiene como propósito instalarse en nuestra región y que, en nombre de todos y todas, está negando el disenso de quienes no coinciden con el diagnóstico de estos sectores. Pero, sobre todo, nos preocupa, que con sus discursos y acciones, están incitando, produciendo y fundamentando prácticas políticas racializadas que resultan en la violencia, la persecución y el hostigamiento del pueblo mapuche-tehuelche, tratado como minoría extranjera, aun cuando es preexistente en este territorio. Sin pluralidad de voces, sin la escucha atenta de los desacuerdos, no hay posibilidad de consenso sino sólo una ficción de acuerdo que no entiende de partes debatiendo.
Como Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas (GEMAS), nos manifestamos en contra de que el discurso de unos pocos poderosos se formule y sea presentado públicamente como el consenso de todo un ‘pueblo’ respecto a temas tan importantes como el territorio, la propiedad privada, el acceso a la tierra, la preexistencia indígena, la propiedad comunitaria, la sustentabilidad y la tan declamada paz.
Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas (GEMAS)
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