La memoria escrita en el territorio: Relatos de un camino ancestral en Boquete Nahuelpan

Integrantes de la  familia Quilaqueo Llancaqueo denuncian nuevamente un atropello por parte de María Elena Paggi, dueña de una radio en la ciudad de Esquel y quien heredó de su abuelo un lote de 2500 ha. de las tierras pertenecientes a la Reserva Nahuelpan luego del violento desalojo de las familias mapuche tehuelche en 1937. Como ya sucediera en febrero del 2021, el 7 de abril del corriente año, integrantes de la comunidad vieron a lo lejos cómo una retroexcavadora cavaba una zanja con el propósito de cerrar el camino ancestral que la familia utiliza para acceder a su casa en Boquete Nahuelpan (provincia de Chubut).

Zanja realizada en el camino ancestral (abril 2022 imagen difundida por la comunidad Nahuelpan)

Como una historia de avasallamientos que se repite, esa vez, la comunidad Nahuelpan denunció que la empresaria realizó una profunda zanja e interrumpió la única vía de acceso al campo, dejando aislados a sus integrantes por días. En el mes de marzo del 2021, integrantes de la comunidad debieron tapar la zanja para poder utilizar nuevamente el camino. Sin embargo, el accionar impune de esta empresaria no terminó allí. Alegando que el camino se encuentra “adentro de su campo”, en el mes de mayo del 2021, Paggi atravesó un alambre impidiendo nuevamente la circulación de las familias mapuche tehuelche. Cansados de esta situación, y ante la falta de respuesta por parte del  Estado, el día 1 de junio las comunidades mapuche tehuelche reunidas en trawn decidieron cortar el alambre y rehabilitar nuevamente el acceso.  (ver: nota realizada previamente por GEMAS).

En este contexto de denuncias e injusticias vividas, el  viernes 8 de abril me acerqué a conversar con la familia a la cual conozco desde hace algunos años. En el camino hacia el campo, conversamos con Catalina Llancaqueo quien me explicó por qué el acontecimiento del  7 de abril se vuelve una injusticia que es parte de una historia de despojo de más larga duración. Mientras íbamos en el auto, los recuerdos vividos y heredados aparecieron en cada arboleda, vivienda o tranquera que cruzábamos. Catalina me fue mostrando los lugares donde vivían antiguos pobladores antes del desalojo (la tapera de Napaiman, la tapera de Macías), me señaló donde estaba el cementerio donde iban con su abuela cuando era chica, el lugar donde acamparon el año pasado ante la falta de respuesta del Estado, el lugar donde les cerraron el antiguo camino, los lugares donde buscaban frutas cuando era pequeña, las aguadas, las bases de la antigua vivienda y el sitio donde su abuelo había construido dos grandes galpones que ya no están. Por eso cada recuerdo emociona a Catalina y la conecta con su propia historia familiar en ese lugar, porque este lugar entrama sus propias historias con las de sus padres, abuelos y bisabuelos. Tanto para Catalina como para sus hijos e hijas este territorio ancestral es su tuwun, es decir, su lugar de origen familiar que los constituye como personas mapuche. Además, este territorio también es parte constitutiva de las historias de los abuelos y bisabuelos de su esposo Ángel Quilaqueo, nieto de Isabel Nahuelpan y longko de la comunidad, quien nació en el año 1945 en un campamento cuando su familia fue violentamente desalojada del lote que hoy en día Maria Elena Paggi dice ser “dueña”.

A continuación compartimos algunos fragmentos de esta conversación que nos invita a pensar cómo la acción supremacista de cerrar continuamente un camino y dejar aislada a una familia por parte de esta terrateniente abre una herida marcada por el despojo, el dolor y la injusticia de un violento desalojo que hasta el día de hoy sigue impune. Así como también posibilita el inicio de un proceso de reconstrucción de memorias y trayectorias familiares que se inscriben en este lugar y en su “estar en lucha”. 

La memoria en el territorio

El abuelo de Catalina, Mauricio Llancaqueo, llegó al Boquete de pequeño junto a sus hermanos, su padre Vicente Llancaqueo y su madre Martina Catrimilla a principios del siglo XX desde Junín de los Andes. Se ubicaron en este lugar que permanecía como campo abierto y en el año 1906 presentaron un permiso de pastaje de animales. Realizaron las mejoras, cercaron el predio, armaron quinta, construyeron viviendas, dos galpones y corrales. Catalina Llancaqueo recuerda emocionada el trabajo realizado por sus abuelos y su padre en este territorio.

 “Yo acá llevo toda una vida, salí recién a los 18 años por trabajo, tenía hermanos chicos y mi mamá se había quedado sola. Pero yo toda una vida acá… Este lugar nos lo dejó mi abuelo. Él siempre nos dijo que teníamos que cuidarlo por todo el trabajo que él hizo acá, todo el sacrificio”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

La familia Llancaqueo estaba relacionada con otras familias mapuche tehuelche por redes parentales, económicas y políticas que abarcaban un territorio mucho más amplio que aquel impuesto por los límites estatales. “Acá era todo campo abierto” solían decir: 

“Esto decían que era un campo abierto, así decían, todo donde ahora está Neipan, Paggi, era todo abierto, todos tenían los animales, era un solo campo. Eso contaba mi abuelo de cuando él llegó”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Como parte de esas redes de pertenencia más amplias, Catalina cuenta que sus padres y abuelos solían ir siempre al camaruco que levantaba Isabel Nahuelpan, como así también que la familia Prane solía traer sus animales para pastorear, que su abuela se solía visitar a menudo con Catalina Nahuelpan y que su abuelo se visitaba con otros ancianos de Boquete Nahuelpan o de otras comunidades con quienes se llamaban “parientes”. 

Como sucedía –y sigue sucediendo—en los camarucos de Boquete Nahuelpan, todos los años se juntaban muchas  familias y lof de otros lados, como los Prane, los Nahuelpan, los Quilaqueo, familias de Lago Rosario, de Mallín Grande entre otros. 

“(la ceremonia) la hicieron mis abuelos, mi abuelo Mauricio y Mariano, y los hermanos de él. Vinieron los Prane también que se decían parientes, según él eran primos… También vinieron de acá de Nahuelpan, de Mallín Grande vinieron don Francisco Prane, Rodolfo Prane, Amaranto creo, no recuerdo bien, ese Prane también, Cipriano Prane… Todos los mayores se vinieron, igual que la viejita Primitiva Prane que estaba casada con Manuel Llancaqueo, él era hermano de mi abuelo Mauricio Llancaqueo. Tenía dos hijas y un hijo. Ellos estaban en Mallín Grande (…) Vinieron de Lago Rosario, no recuerdo los apellidos porque era chica y no los conocía mucho, pero quién era no me acuerdo.  A los Prane sí porque los conocía,  porque traían los animales aca a talaje todos los años (…) Si yo me acuerdo que  llegó un montón de gente, acampaban ahí abajo donde había una quinta grande y ahí acamparon hacían carpa con lonas o así nomás. Y después teníamos el galpón grande que estaban las señoras, llegaban de a caballo”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Catalina también recuerda una rogativa que se levantó cuando era pequeña en el campo donde estaba su familia, muy cerca de su casa, cuando su abuelo Mauricio y su tío abuelo Mariano estaban muy enfermos: “la hicieron para pedir que se levante mi abuelo que estaba muy enfermo”. Esta rogativa fue la primera ceremonia a la que Catalina pudo asistir, porque si bien su abuelo Mauricio junto con su padre y madre asistían al camaruco de Boquete Nahuelpan, nunca lo hacían con sus hijos e hijas. Pero aquella vez Catalina rememora haber tenido un rol activo como piwichen junto a otros niños y niñas de la comunidad:

“Duró un día. Solo un día. Una rogativa hicieron. Yo entré de piwichen, yo y mi hermano. Y entró mi cuñada, que era Dora Quilaqueo, y el otro chico no recuerdo quien era. Fue la primera vez que fui a un camaruco, yo no sabía. Me vistieron con el küpan, la ropa larga, y todo eso, yo me acuerdo que tenía el pelo corto y me hicieron unas trencitas chiquitas. Y la que me enseñaba a purruquear y eso era mi cuñada Dora, la hermana de Ángel. Ella me enseñó a purruquear”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Un camino con memoria

El camino del que Maria Elena Paggi se considera su  “dueña” y busca cerrar no es cualquier camino. Se trata de un acceso ancestral que antiguamente conectaba Boquete Nahuelpan hacia el norte, con Costa de Lepá y Gualjaina, por donde circulaban las personas mapuche tehuelche con sus carros y sus tropillas cuando todo era campo abierto. Angel Quilaqueo, esposo de Catalina Llancaqueo, explicaba que “Esto pertenece a Boquete Nahuelpan. Antes del desalojo esto estaba todo abierto, esto todo era campo abierto” (Ángel Quilaqueo, julio 2021).

Imagen del camino hacia la casa de la familia Quilaqueo Llancaqueo (Abril 2022, Imagen tomada por GEMAS)

Por su parte, Catalina Llancaqueo también recuerda que este camino estuvo siempre abierto y fue siempre comunitario: 

“Este camino tiene muchos años, mi abuelo siempre recordó que desde que él llegó acá esto era un camino ancestral, que pasaba mucha gente, gente que venía de Gualjaina, de otras partes, pasaban de a caballo, en carro, con la tropa, por acá pasaban. Toda una vida fue así, nunca estuvo cerrado (…) por ese camino de donde entramos, esa fue siempre la entrada, por acá pasaban. Siempre estuvo abierto, era un callejón, yo me recuerdo todo eso… Se venían con pilchero, carro de buey. Yo recuerdo que venían de a caballo hasta acá”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Por este camino también transitaron las familias desalojadas en el año 1937, antepasados de quienes hoy se encuentran aislados por el mismo accionar violento de los terratenientes.

“Así entraron por ese lado, salian para allá, volvían, se fueron… Así anduvo la gente en esos tiempos, muchos se fueron para Lepa, Gualjaina, Cañadón grande, para todas esas partes”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Una vez desalojadas, muchas lof fueron recibidas por Mauricio Llancaqueo (abuelo de Catalina) donde pudieron permanecer un tiempo hasta seguir la marcha. 

«Mi abuelo decía que acá recibió a la gente después del desalojo. En esta parte había gente, y después por allá arriba que había unos sauces que ya no están, ahí tenía acampada a la gente que tenían sus animales, tampoco los podía tener mucho tiempo… hasta que agarraron viaje y se fueron, en carro a caballo, con pilchero arriando sus animalitos”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

El desalojo violento y masivo que se llevó a cabo en el Boquete  Nahuelpan en 1937 implicó un gran desparramo de gente hacia diferentes zonas. En la historia del Pueblo Mapuche Tehuelche es una práctica usual y extendida el cuidado entre parientes en contextos de desalojo, la cual incluye cobijar y recibir a los “parientes” (no necesariamente por consanguinidad) en el territorio. Catalina recuerda esto mismo y cómo  su abuelo se ponía triste cuando recordaba el sufrimiento de las familias desalojadas de Nahuelpan de quienes era pariente y con quienes había compartido el territorio tantos años:

“Mi abuelo se ponía triste, porque él los tenia aca, y le daba lástima como lloraban, como les quemaron sus casas, como les pegaron y los sacaron. Siempre se acordaba eso, conversaba con otro viejito. Siempre se acordaba un viejito que venía de Lago Rosario, Quilallin era. Charlaban con mi abuelo, conversaban… como medio que lloraban ellos. Hablaban en puro mapuche, yo por ahí entendía algo, me daba cuenta de lo que hablaban, eso sí me acuerdo…”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Si bien Catalina nació después del desalojo de 1937, creció escuchando estas historias. Por eso sus recuerdos reconstruyen el territorio más amplio de la época de la reserva, donde no había alambrados que dividieran lotes. De este modo rememora las visitas al eltun junto a su tía abuela Elvira Niculante, a quien llama cariñosamente abuela; cementerio que hoy en día se encuentra en el lote que la familia Paggi obtuvo luego del desalojo:

“Del cementerio sí me acuerdo. Casi se ve el cementerio desde el camino, pero lo que yo no sé es si mi bisabuelo estará enterrado ahí, eso sí que no sé. Pero sí sabíamos ir cuando era chica con la abuela Elvira (…) ella iba a llevar flores así del campo que juntaban o mi mamá tenía un jardín y sacaban de ahí, y llevaba las flores. Pero a quién le llevaba no recuerdo. Había dos cruces que yo me acuerdo y unas coronas que parecían de aluminio que eran pesaditas. Cuando íbamos a visitar a Catalina Neipan pasábamos al cementerio y ahí nos volvíamos”

(Catalina Llancaqueo, abril 2022)
Catalina Llancaqueo observando los destrozos realizados en el camino (Abril 2022, imagen tomada por GEMAS)

Estar en lucha: Restablecer mucho más que un camino

Como todos los meses de marzo, este año se realizó el camaruco de Nahuelpan donde se encuentran cientos de personas mapuche tehuelche de diferentes regiones para fortalecer relaciones entre las comunidades, los antepasados y con las fuerzas del entorno. Para las lof que integran la comunidad Nahuelpan este fue un camaruco muy especial, porque asistieron unas quinientas personas con quienes la comunidad fue estrechando vínculos y reciprocidades en el último tiempo. Este apoyo de las comunidades se vuelve muy importante a la hora de afrontar los conflictos: “Gracias a ellos estamos un poco tranquilos porque tenemos quien nos ayude” (Catalina Llancaqueo, abril 2022)

Mientras continúan esperando una respuesta de la Justicia que no llega, este domingo 10 de abril la comunidad Nahuelpan realizó una jornada comunitaria para restituir el camino que la empresaria destruyó intencionalmente y dejarlo nuevamente transitable. La jornada contó con la presencia de otras comunidades mapuche tehuelche, organismos de derechos humanos como la Liga Argentina por los DDHH, la APDH y personas voluntarias de Esquel y Trevelin (ver: entrevista realizada por Radio Nacional Esquel).

“Nuevamente daños al camino ancestral. La provocación está a la vista, Paggi destruye la historia, y se burla de ella. El pueblo mapuche tehuelche no le permitirá a ella ni a nadie tal provocación. Nos defenderemos. Ella destruye, nosotros construiremos”

(Comunicado de la comunidad Nahuelpan, 8 de abril de 2022).
Finalización de la jornada de trabajo para restituir el camino (abril 2022, Imagen difundida por la comunidad Nahuelpan)