“La red del Movimiento de Mujeres Indígenas es la que nos sostiene hoy en día, a cada una. A mí me sostiene cada día más”, de esta manera Romina Noel Naporichi, de la nación Qom, habitante del Barrio Nanqom de Rosario, cuenta lo que el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir representa para ella. Romina habla de las violencias: “La violencia hacia los cuerpos y la violencia en el territorio” y de cómo dentro de esta red “se debate, se combate y se transita”. Para María Romero, integrante de la comunidad charrúa Pueblo Jaguar Villaguay en Entre Ríos, significa un despertar: “el Movimiento de Mujeres Indígenas nos ha despertado, nos ha cobijado y nos ha abierto a escucharnos más entre nosotras”.
Las voces de estas mujeres irrumpieron en el escenario político para denunciar los feminicidios, la discriminación, las marginaciones, las muertes por desnutrición de sus hijos e hijas, para visibilizar las violaciones, para gritar que sigue ejerciéndose el “chineo” –una práctica de ultraje y abuso de niñas absolutamente naturalizada en algunas regiones del norte argentino–, para manifestarse contra lo que ellas denominan “el terricidio” y en definitiva, para expresar que todas esas prácticas responden a un problema estructural: una matriz civilizatoria encarnada en los Estados nación que no representa sus formas de ser y habitar la vida. Las mujeres de las 36 naciones originarias que integran este movimiento plantean que no puede haber una lucha antipatriarcal si no hay una lucha anticolonial y antirracista. Hablan de la posibilidad de liberarse restaurando los pensamientos ancestrales que plantean la reciprocidad y la armonía con los territorios y entre los pueblos. Ante la matriz civilizatoria de muerte, ellas proponen el buen vivir.
El Movimiento ya tiene una larga historia. Inició con una serie de movilizaciones y acciones, como la Marcha de Mujeres Originarias hacia el Congreso de la Nación en 2015, para presentar un anteproyecto de ley que cree un Consejo de Mujeres Originarias por el Buen Vivir. Como cuentan sus fundadoras, esta red se fue gestando en el acontecer cotidiano, en los intercambios de historias de vida surcadas por la doble condición de desigualdad: ser mujer y ser indígena. En 2018, después de muchas reflexiones al interior del colectivo, se constituyeron como Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir y en los años 2018 y 2019 realizaron dos parlamentos, uno en Ensenada, provincia de Buenos Aires, y otro en Las Grutas, provincia de Río Negro. Desde ese entonces, el Movimiento desarrolla de manera permanente diferentes actividades: genera campañas y agendas propias, foros, marchas, conversatorios, acciones directas y, además, sostienen comedores comunitarios en sus regiones.
A nueve años de esa primera movilización al Congreso, en marzo de 2021 emprendieron la “Caminata Basta de Terricidio”. A diferencia de esa primera acción en la que marcharon las mujeres hacia Buenos Aires, las integrantes señalan que “ahora marchan los territorios y sus dolores”. Bajo el lema “caminamos para sanar”, comenzaron a movilizarse desde el sur y el norte para confluir el 22 de mayo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en una “Acción Global contra el Terricidio”. “Decidimos salir a caminar los territorios poniendo en evidencia todo lo que los gobiernos tapan, todo lo que se calla, las diferentes violaciones que está sufriendo el territorio, por eso se está llevando adelante esta caminata”, expresa Marilyn Cañio, werken de la comunidad mapuche Cañio, en el actual territorio Chubutense.
El “terricidio”, el “ecocidio” y otras nociones que acuñaron desde el Movimiento provienen de filosofías encarnadas en prácticas espirituales, en experiencias dolorosas y en las formas de luchar y de sentir. Los conceptos del pensamiento colectivo se forjan en el proceso, en el transcurso de múltiples conversaciones, encuentros y marchas. Están siempre en construcción y alimentándose de los sentidos que le van agregando las trayectorias de las mujeres que se suman. A partir de conversaciones con el Grupo de Estudios sobre Memorias Alterizadas y Subordinadas (GEMAS), que viene acompañado al Movimiento, surgió el proyecto de escribir un libro propio sobre el pensamiento generado a partir del proceso que emprendieron juntas. El libro será escrito por las integrantes del Movimiento, y el GEMAS colaborará con esa tarea. Esta publicación partirá de una metáfora que simboliza la idea de la obra: el libro será como una fruta, cuya cáscara será la historia del Movimiento y la perspectiva política; su pulpa representará la perspectiva emocional, las dolencias y sufrimientos que motivaron la movilización de las mujeres; y el carozo será la perspectiva espiritual y epistémica, que contendrá los conceptos e ideas que surgieron de las memorias heredadas y de las experiencias de la vida. En palabras de ellas: “el carozo es la semilla para multiplicar la fruta”.



Fotografías obtenidas del Facebook Movimiento de Mujeres Indígenas
“Somos porque caminamos… y caminamos para ser”
La caminata “Basta de Terricidio” comenzó el 14 de marzo pasado. Las mujeres indígenas se organizaron en columnas (norte, noroeste y sur) y cada uno de esos tres recorridos atravesó una gran cantidad de parajes, pueblos y ciudades antes de finalizar en la Ciudad de Buenos Aires el 22 de mayo. La columna sur está mayormente conformada por mujeres mapuche-tehuelche y las columnas del norte por qom y diaguitas.
Estas mujeres de distintas comunidades y naciones indígenas podrían haber llegado a la ciudad capital en avión y entregado una lista de reclamos para exigirle al Estado su resolución inmediata en nuevas normativas. Sin embargo, y esto es lo que queremos destacar aquí, sus exigencias de justicia van más allá de esas demandas puntuales (alimentos, educación, agua, y otras innumerables necesidades fundamentales). A través de la acción colectiva, plural y pública de caminar –y de todas las acciones que surgieron mientras avanzaban juntas–, estas mujeres indígenas están construyendo una forma novedosa de hacer política, cuyo potencial crítico es mucho más radical que el simple cuestionamiento a una normativa o a la mera ausencia de ella. Tal como explican:
“Estas palabras no salen de nuestras bocas, nuestros labios son habitados por el silencio. Las palabras salen de nuestros pies. Porque cuando la boca se cansa de gritar y su sonido se vuelve inaudible, es necesario entonces hablar con los pies. Es por eso que caminamos. Para que nuestros pies cuenten lo que a nuestras palabras no se les ha permitido narrar”.
Al caminar, las mujeres están realizando un llamamiento a un nuevo modo de vida (ver comunicado del llamamiento), uno en el cual las vidas de lxs indígenas, de las mujeres, y particularmente de las mujeres indígenas, dejen de ser vidas devaluadas. Un modo de vida cuya fuerza política reside en el valor del territorio y en el rol central de las mujeres indígenas como orientadoras en el camino hacia un mejor vivir. Las integrantes del Movimiento se organizaron para recorrer más de 37 pueblos y hacer asambleas en todos ellos durante estos dos meses y medio de andar el territorio. “Vamos parando en cada pueblo y cada comunidad nos recibe. Nosotras estamos muy agradecidas a quienes nos ayudan en este caminar, venimos solas, somos solamente madres y mujeres indígenas”, cuenta Fabiola Roda, de la comunidad Tapete de Tartagal, Santa Fe. En suma, el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir fue reflexionando y construyendo una forma propia de hacer política. Esta forma, resultado de muchos y coordinados esfuerzos, es la que se fue poniendo en práctica durante la caminata. Para entender su singularidad e importancia, nos vamos a centrar en lo que hemos identificado como los principales acontecimientos políticos de esta movilización.

Mujeres habitadas
“No estamos solas, nuestros ancestros y ancestras caminan con nosotras» (Comunicado público, redes sociales del Movimiento)
Para lograr una organización de estas magnitudes, las mujeres del Movimiento debieron planificar sus recorridos durante meses. En este sentido, Evis Millan, integrante de la comunidad mapuche Pillán Mahuiza, de Corcovado, provincia de Chubut, cuenta: “antes de salir a caminar se hablaba con las hermanas del lugar, esa hermana se encargaba de hablar con organizaciones y convocar para ver cómo entre todes podían colaborar. Ya sea hospedaje, comida, espacio donde se iban a hacer las asambleas”. Cada una decidió dejar la comunidad en la que vive para salir a caminar. Algunas lo hicieron solas, otras acompañadas de sus hijos e hijas. “Moviliza mucho caminar con les niñes, ver en elles la fuerza en cada paso y la fuerza que nos sostiene”, relata Paulina de la columna sur. Algunas iniciaron las marchas, otras esperaron en sus localidades el arribo de la viajeras para sumarse, como se lee en el comunicado público circulado por la columna norte: “partimos de Paraná rumbo a Cayastá, Territorio Moqoit, allí nos encontramos con más hermanas que nos esperaron para compartir en una ceremonia del fuego (…) yo salí con mi hija, que así con los años que tiene quiso sumarse a caminar con nosotras”.
A pesar de la anticipada y detallada organización, las caminantes señalan que, en varios sitios del territorio, debieron enfrentar situaciones imprevistas y adversas. Así por ejemplo, las mujeres de la columna norte cuentan: “salimos de Cayastá por la ruta 62 donde estuvimos caminando varias horas. Éramos diez hermanas y dos niñas, ya agotadas y sin agua comenzamos a hacer dedo. Nadie frenaba”. Pese a la diversidad de situaciones con las que se encontraron, es una certeza compartida que los ancestros y las ancestras estuvieron presentes, aportaron sus fuerzas, estuvieron junto a ellas y las cuidaron mientras caminaban.
“Hubo que tomar decisiones importantes en las que al ser la primera vez que hacemos algo así, pedimos fuertemente a nuestres ancestres que tengamos claridad. Para definir para dónde seguir, o resolver conflictos que iban surgiendo. O al escuchar testimonios muy fuertes, para poder compartir la palabra desde la sabiduría, sabiendo que en el caminar es muy importante cuidar de la palabra”, comparte Paulina de la columna sur. Pero las ancestras también estuvieron presentes con sus experiencias de dolor, sumando sus voces al llamamiento de las mujeres que hoy toman la posta y caminan. Sobre este tema, Evis Millán cuenta lo que les pasó a las hermanas del norte:
“Si bien es triste y terrible, una piensa el por qué se camina… para sanar ¿no? Las hermanas del norte nos contaron la discriminación que tuvieron que vivir porque no le quisieron vender boletos para seguir viaje, cuando fueron a un lugar para pasar la noche porque se les había hecho tarde y tenían el dinero para pagar, no las dejaron o no las aceptaron porque no estaban vestidas como ellos pretendían. Cuando consiguieron pasar la noche en otro lugar, nos decían las hermanas que escuchaban gritos y voces femeninas. A veces la sociedad no nos entiende, pero nosotras sabemos que son los espíritus de mujeres indígenas que quizá desconocemos, de las antepasadas; que también gritan y hablan sobre todas esas situaciones que han vivido… asesinatos, violaciones… Quizá eso salió a la noche, lo que escuchaban las hermanas. Ellas decían que se escuchaba re clarito, que fue una situación muy fuerte para ellas (…) Caminar era también despertar ciertas cuestiones. Despertar ese dolor, de las antepasadas, mujeres que seguramente han sufrido muchas situaciones complejas y que de alguna manera tenían que presentarse, hacerles saber que estaban ahí acompañándolas. Que en ese caminar se estaban mostrando”.
El “nosotras” es tanto el resultado de los vínculos en permanente construcción (mujeres en movimiento que se detienen, se suman, se juntan y se reorganizan), como de aquellos lazos más constitutivos y antiguos con sus ancestros y, especialmente, con sus ancestras. “Hoy caminamos convencidas que algo hay que hacer, y mientras caminamos somos habitadas de sabiduría, y nuestras ancestralidades nos iluminan el sendero para atravesar la noche, caminamos como las antiguas y antiguos lo hicieron, para escuchar, para contar y sobre todo para construir unidad contra un poderoso enemigo, que no es infalible y al que se puede vencer”, cuenta el comunicado público escrito desde la columna noroeste.
Las mujeres habitadas llevan consigo la memoria de sus pueblos, una larga historia de silencios y dolores, y el legado de continuar las luchas inconclusas de sus antepasadas, quienes también caminan junto a ellas.
Ser con otras
“La palabra de cuidado en cada círculo hizo que nos conozcamos más y que nos queramos más” (Karumanta, columna sur)
El Movimiento tiene en su haber decenas de encuentros entre mujeres indígenas de todos los territorios. En cada uno de estos eventos, la posibilidad de luchar por un buen vivir se corresponde con la posibilidad de estar bien cuidadas, descansadas y alimentadas. En la realización de cada actividad, el Movimiento pone en primer plano el ejercicio colectivo de ese derecho fundamental. Por supuesto, ellas no cuentan con dinero del Estado, ni de partidos políticos; son muchas las veces que se organizan rifas, canastas y ventas de artesanías, y se escriben numerosas cartas para pedir alojamiento para las mujeres convocadas. Al respecto, desde la columna norte nos cuentan:
“Ya algunas hermanas del paraje El Canal Bermejito salimos de nuestras casas para ir a la ciudad de Roque Sáenz Peña en Chaco, a vender canastos, artesanías y ahí encontrarnos con la hermana Alejandra. Fue ahí donde empezamos a hablar y consensuar sobre caminar, hacernos visibles, hacernos escuchar. Decidimos dejar nuestras artesanías, nuestras familias, hijes y mucho más para que finalmente se empiece a gestar conciencia, sensibilidad, compromiso y la responsabilidad como seres humanos, como seres vivientes de este universo. Como mujeres indígenas salimos a caminar para sanar, como hacedoras de vidas”.
Durante la marcha hubo momentos en los que faltaron recursos y solidaridades externas, pero esto no impidió que, al menos dos veces por semana, se pusieran en contacto todas las participantes del Movimiento para asegurarse que las mujeres que caminaban contasen con comida saludable y lugares seguros para pasar la noche. Cuando cada una de las mujeres cuida de las otras, cuando se recuerdan entre ellas que tienen derecho a ser bien recibidas en los lugares a los que llegan o cuando defienden el valor de proteger, alimentar y descansar sus cuerpos, están impugnando prácticas arraigadas de abandonos y violencias, así como revirtiendo la idea impuesta de que el bienestar de sus cuerpos es siempre postergable. Por lo tanto, caminar preocupadas por hacerlo de forma cuidada es también un importante acto político.
“Nosotras con las otras columnas de hermanas siempre estuvimos en contacto, mediante mensaje, mediante reuniones de Zoom, siempre sabiendo como venían si tenían alguna necesidad. La ayuda siempre estuvo, es más, de la columna sur hubo hermanas que viajaron para el norte a fortalecer, a ayudar… Porque por ahí hay cosas que una no sabe, y lo sabe otra. Eso fue totalmente desde el amor y desde el compromiso de cuidarnos como mujeres”, comenta Karumanta, desde la columna sur.
Cuerpos expuestos
“Nuestros recorridos implican ofrendar nuestras cuerpas y sortear situaciones de violencia” (Comunicado público, columna norte)
“Los cuerpos-territorios están desgastados, cansados, atravesados por violencias. Genera tristeza y es difícil ir transformando todo eso, pero siempre sucede que si hay una que tambalea, la otra la ayuda a levantarse”, expresa Paulina desde la columna sur. Las protagonistas de estas columnas caminan para “no ser más cuerpas marginadas”. Sin embargo, se enfrentan a la siguiente paradoja: mientras se encuentran marchando para denunciar públicamente constantes situaciones de atropello y hostigamiento, están siendo discriminadas y silenciadas por los medios de comunicación hegemónicos. Así lo explica Moira Millán, weichafe de la comunidad Pillan Mahuiza:
“Lo que sentíamos es que era necesario volver a los modos antiguos, ancestrales para poder contar nuestras verdades y recoger nuestros testimonios. Los medios hegemónicos siempre van a ser cómplices de la muerte y se van a dar siempre la mano con los van atentando contra la vida. Entonces no tenemos de nuestro lado a los medios hegemónicos para poder contar nuestra verdad. Así que se nos ocurrió salir a caminar, caminar para escuchar, para abrir la escucha, pero también caminar para contar. Entonces salir a caminar para llevar nuestra palabra, para ir organizando nuestra resistencia y nuestra lucha (…) Ni siquiera nos quieren mencionar porque en Argentina siempre se nos ha omitido”.
Estas situaciones actualizan una memoria que está en la “carne” (Viveiros de Castro, 1992), una vivencia corporal de cuerpos expuestos al silenciamiento, pero también al secuestro y a la violencia. Sobre esto último la marcha también arrojó sus evidencias. Volvamos entonces sobre aquella paradoja para notar cómo esta adquiere más y nuevos contrastes: en el transcurso de una caminata en contra del terricidio, los cuerpo-territorios de las caminantes vuelven a ser un espacio a controlar e invadir. Por ejemplo, el 7 de mayo del 2021 la columna norte –integrada por las hermanas del pueblo Tapiete, proveniente de la comunidad de Tartagal en provincia de Salta– salía de la provincia de Tucumán con la intención de partir rumbo a La Rioja, cuando fueron retenidas por la Policía provincial en la ruta 38, después que el comisario ordenara frenar el testeo de Covid-19 que les estaban realizando. Ellas quedaron varadas en la ruta, “prácticamente secuestradas”, bajo temperaturas muy frías:
“Les pedimos solidaridad a todes que por favor se comuniquen con las autoridades provinciales de La Rioja y también las autoridades nacionales para que las hermanas puedan continuar su andar. Es de noche, las temperaturas bajan muchísimo, están en medio de la ruta, no tienen cómo resguardarse, por favor les pedimos solidaridad ellas están ofrendando su tiempo, su cuerpo, su vida para que digamos Basta de Terricidio” (Comunicado público del Movimiento).
Algo similar ocurrió el 6 de abril, cuando las mujeres que conforman el bloque sur fueron hostigadas por la Policía de Río Negro, tanto a la salida de la localidad de Comallo como en Ingeniero Jacobacci. En otro comunicado, el Movimiento decía: “…entrando a la provincia de Rio Negro tuvimos tres veces problema con la policía. Vos decís un grupo diminuto de mujeres marchando de manera pacífica y amorosa y aun así la Policía estuvo respirándonos en la nuca todo el tiempo, generando hostigamiento, mostrándose prepotentes”. En horas de la noche, efectivos policiales se presentaron en el domicilio de un militante que vive en esa región y que viene acompañando al Movimiento desde hace tiempo, solicitando datos personales y el lugar de alojamiento de las mujeres.
Los anudamientos y el sentido de las palabras
“Llevar lo que está pasando en cada pueblito que capaz ni se conoce.
Llevar las voces de los lugares por donde pasamos.
Hablarles de nuestro caminar y escuchar el de las personas”
(Evis Milán, columna sur)
En el transcurso de la caminata, las paradas también fueron centrales. En general, las plazas de los pueblos son las que funcionaron como lugares de encuentro y de asamblea. “El hecho de contar en sí lo que es el terricidio, deja entender bien que lo que sucede en cada lugar, en ese momento, está vinculado con el terricidio. Es como ir formando una gran cadena, o el estar conectado con esos lugares de alguna u otra manera”, explica Evis Millan. Moverse, detenerse, juntarse y conversar pareciera ser la forma elegida por el Movimiento para producir conocimientos colectivos, pensamientos libertarios y conceptualizaciones políticas. En esos encuentros, las mujeres conectan experiencias y forjan colectivamente nuevos sentidos para las palabras. Por eso podemos afirmar que la misma noción de terricidio se redefinió muchas veces desde que empezaron a caminar; porque alguna de las mujeres, en alguna de esas plazas, agregó algún nuevo acento a su interpretación.
En ese sentido, desde la columna norte, relatan algunas experiencias de la asamblea realizada en el espacio donde se levantó la Carpa Docente frente a la Casa de gobierno en Paraná:
“Desde territorio de la nación Charrúa las voces contaron acerca de lo que está pasando con el monocultivo de la soja y las fumigaciones con agroquímicos en escuelas rurales. A las hermanas les llamó la atención ver personas en la calle lavando el auto o gente baldeando la vereda cuando en sus casas a varias de ellas les falta el agua, y en estos momentos a sus familias también. Compartieron lo que pasa cuando se toma agua contaminada, lo que le pasa a les ancianes y a les niñes”.
En ese encuentro, y en ese particular anudamiento de trayectorias, el “terricidio” se materializó como monocultivo de soja, fumigaciones con agroquímicos en escuelas rurales, personas despilfarrando el agua que falta en otros sitios y agua contaminada. Cada asamblea tuvo sus énfasis. En la conjunción de lo conversado en todas las plazas donde se encontraron, las mujeres refinaron, complejizaron y sumaron sentidos a las palabras que usan juntas. Es decir, cada una de las asambleas y rondas llevadas a cabo en esos seis mil kilómetros caminados fueron momentos de producción de ideas compartidas, de teorías encarnadas y de sentidos vinculados con experiencias en los territorios.
En esos eventos de intercambio, las mujeres se presentaron ejerciendo su derecho a aparecer públicamente en sus propios términos, esto es, teniendo el control sobre el curso de la conversación, el manejo de las formas orales de expresión y de los tiempos de escucha. En algunas de esas plazas también se propusieron acciones concretas e inmediatas, como empapelar algunos sitios emblemáticos con la consigna “Basta de Terricidio”, o realizar murales colectivos en refugios para mujeres o comedores infantiles. En cada una de estas paradas, las caminantes trajeron historias y se llevaron otras con la promesa de seguir contándolas.
Una revolución por la vida
“Los bloques norte y sur del país, mujeres afectadas por el terricidio, caminamos porque no queremos ser cómplices silenciosas de la destrucción de la vida” (Eugenia, Nación Aymara)
Para explicar por qué estas mujeres marchan por todo el país hasta Buenos Aires, debemos identificar el “carozo” –siguiendo con la metáfora de la fruta que describimos en la introducción– o núcleo conceptual que se espera poner en relieve; o, desde otro ángulo, la semilla o idea principal que se aspira a propagar y multiplicar. Este carozo es el concepto de terricidio. La revolución por la vida –esa fuerza que mueve los pies de las mujeres que el 14 de marzo empezaron a caminar– impugna cualquier pensamiento y práctica de terricidio ¿Cómo el Movimiento fue definiendo esta noción de terricidio?

El terricidio nombra y juzga como prácticas criminales de lesa humanidad y “lesa naturaleza” a cualquier acción que atente contra los diversos niveles de existencia de la vida, por eso, explica Moira Millan, se aspira a su “tipificación penal donde se pueda criminalizar, juzgar y penalizar a los terricidas, ya sean estos gobiernos, ya sean estos empresas”. El territorio es un espacio de convivencias entre vivientes (cerros, ríos, lagos, mares, bosques, aguadas, animales, plantas, rocas y humanxs), quienes para tener una “buena vida” deben practicar entre sí formas reguladas y heredadas de reciprocidad, alianza, afecto y cuidado. Por lo tanto, es terricidio atentar contra el cuerpo-territorio de cualquiera de esos existentes, coartar sus convivencias, o prohibir los conocimientos y espiritualidades indígenas sobre estas lógicas relacionales. Con notable claridad, el Movimiento lo explicó del siguiente modo:
“El Terricidio es el exterminio sistemático de todas las formas de vida. Es la destrucción tanto del ecosistema tangible como del ecosistema espiritual. Existen fuerzas reguladoras que sostienen la vida, dichas fuerzas son la energía espiritual en ese territorio en particular. Los pueblos indígenas estamos conectados con esa espiritualidad de manera cotidiana y basamos en esa relación nuestra organización comunitaria. El terricidio es la síntesis del genocidio, ecocidio, epistemicidio y feminicidio” (Comunicado del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, 2021).
En el marco de estos consensos respecto al terricidio, Noelia Chumbita, de la comunidad Diaguita Los Chumbichas de La Rioja, señala que atentar contra el “ecosistema espiritual” es una “violencia terricida” que implica “no solo el daño y la muerte de nuestra pacha, sino también de los pueblos que la habitan y de la espiritualidad que llevamos a cabo cada una de las naciones en ella. Nosotras somos las que más sufrimos este tipo de violencia porque se nos arrebatan nuestros lugares sagrados, nuestros espacios espirituales”.
Desde este ángulo, y con ese sentido específico antes mencionado, el terricidio se ejecuta a través de innumerables prácticas de opresión y de abuso del poder. Al respecto, Rain, de la comunidad Pillan Mahuiza, nos dice: “El patriarcado es terricida y el colonialismo también. Asesinar a la tierra también es asesinar la intuición, es asesinar todo el ser de una (…) no podría ir una cosa sin la otra, o sea, no podría funcionar el terricidio sin el patriarcado, para que no haya nadie que reconstruya, para que haya indiferencia, que no haya conciencia”. Por otra parte, para explicar el terricidio es necesario sumar las problemáticas sociales que son particulares de cada lugar, puesto que se traduce en articulaciones heterogéneas de sufrimientos y reclamos. Así, por ejemplo, Alejandra Ciriaco, de la comunidad qom de Saenz Peña, Chaco, expresa: «Lo que estamos sufriendo es un terricidio. Es un terricidio a los pueblos originarios, a los barrios carenciados que a veces no tienen agua para tomar”.
En este marco, el Movimiento ha puesto en primer plano la discriminación hacia las mujeres, las violaciones, el chineo y los feminicidios como prácticas terricidas, como los explica Nelly Curia, integrante del pueblo mapuche de El Bolsón, Río Negro:
“Nosotras somos mujeres antipatriarcales porque donde hay referentes masculinos no nos respetan, en las comisarías de Chaco, Formosa, Salta cuando una mujer indígena se dirige para hacer una denuncia, la Policía no se las quiere tomar, les dicen ‘es cosa de indias’. Tenemos también la barrera idiomática. Nunca nos toman las denuncias de niñas violadas, violentadas, y asesinadas”.
Sin embargo, las mujeres indígenas buscan sembrar y hacer brotar nuevas formas de vida. Juntas toman conciencia de las injusticias que las atraviesan cotidianamente, reconstruyen lugares de vida digna y se reencuentran así mismas como mujeres habitadas por las fuerzas de sus ancestras y territorios. Con esas fuerzas caminaron durante 70 días para hacerse escuchar.
“Hemos llegado a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires trayendo nuestras medicinas, ancestrales y sagradas, en un momento que creemos histórico porque somos conscientes que no hay tiempo que perder, que el Terricidio es innegable (…) Celebramos la oportunidad del diálogo con responsables del Estado Argentino porque el negacionismo que ha sido el proceder ideológico de una casta opresora ya no servirá como lógica política, para no hacernos responsables de este presente producto de una matriz civilizatoria que hoy colapsa y no vislumbra futuro. La misma matriz que produjo el genocidio de los pueblos y naciones indígenas. Este caminar fue arduo y necesario, fuimos empujadas por las sequías, los incendios, las violaciones a nuestras hijitas en el marco del chineo, cansadas de tanta impunidad ante tantos crímenes, no podemos pensar en sanar sin justicia. Es por ello que decidimos caminar, con pasos amorosos y comprometidos por la vida, porque no se trata sólo de nosotras sino del mundo. Son tiempos en los que nos determinan los hechos, convocadas por el llamado de la tierra, de nuestros ancestros y ancestras, estamos decididas a recuperar el Buen Vivir como Derecho, que es la única alternativa civilizatoria que nos rescatará de un sistema de muerte. Desde nuestro legado ancestral no admitiremos megaminería, fracking, desmontes, megarepresas, monocultivos y agrotóxicos entre tantas industrias contaminantes bajo la idea de “desarrollo y progreso” porque eso es destrucción absoluta” (Fragmentos del Documento entregado por el Movimiento en la reunión interministerial del 19 de mayo de 2021 en Casa de Gobierno)
El 22 de mayo culmina formalmente la caminata con el Día Global de lucha: #BastaDeTerricidio cuya cobertura se podrá seguir en vivo por las redes sociales del Movimiento:
Gacetilla de Prensa llamado a la Acción Global
https://www.instagram.com/p/CPJEiwIgmlh/?utm_medium=copy_link
https://www.facebook.com/313937188750267/posts/2457822601028371/
Referencias bibliográficas
Butler, J. (2017). Cuerpos aliados y lucha política: hacia una teoría performativa de la asamblea. Buenos Aires: Paidós.
Ingold, T. (2011). Contra el espacio: lugar, movimiento, conocimiento. Mundos Plurales-Revista Latinoamericana de Políticas y Acción Pública, 2(2), 9-26.
Viveiros de Castro, E. (1992). From the Enemy’s Point of View: Humanity and Divinity in an Amazonian Society. Chicago: The University of Chicago Press.
Otros documentos relacionados
Comunicado público del Movimiento de Mujeres, Llamamiento 22 de mayo.
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